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Wednesday, April 23, 2025

Libros en Puerto Príncipe (por Carlos A Peón-Casas)

Si acaso la tradición libresca en la ciudad del Príncipe, puede encontrar sus más tempranos referentes en la fundación de su primera Biblioteca Pública allá por el año de 1831, auspiciada por iniciativa del Sr. Manuel Monteverde y Bello, y que encontró primer acomodo en la otrora ciudad principeña, en un espacio del antiguo Convento de La Merced, ya por entonces bajo la nefasta ley de la exclaustración; se pecaría por defecto, si se limitase a tal fecha del siglo XIX, el minuto iniciático de un incesante apego a las buenas lecturas, y a la precoz importación de buena literatura desde la Madre Patria, por los tempranos y avisados lectores de la villa de entre ríos que ya desde un siglo antes, recibían ingentes cantidades de aquellos para dotar sus bibliotecas particulares.

El dato histórico que corrobora nuestros acertos, lo encontramos en una obra de capital importancia para la historiografía cubana: Cuba: economía y sociedad de Leví Marrero, que a pesar de su monumental sapiencia, es todavía una asignatura pendiente en este hic et nunc.

En uno de sus valiosos apartes, en específico al referir a los Libros para la Bibliotecas Habaneras en el año de 1737, salta la liebre, al descubrir entre la lista de los consignatarios a una dama puertoprincipeña: Doña María Varona de la Torre y a Don Santiago de Agüero. A ambos correspondían un cajón de libros de los cuarenta y siete que habían desembarcado del navío San José o El Jerusalem, surto en le puerto habanero. 

La anécdota más singular refiere a que tal envío les era remitido nada más y nada menos que por el “vecino principal de Puerto Príncipe don Santiago Agüero y Castañeda, desterrado como uno de los dirigentes de la sublevación contra el Gobernador Hoyos en 1729”(1), esposo de Doña María y padre de Santiago.

La lista de los títulos consignados en aquel envío la tomamos como dato interesante para el cierre, tal cual la recoge el ya citado aparte:
De materia de religión, 118 títulos, y entre ellos la Biblia Vulgata y la Sacra; Las Confesiones de San Agustín, Imitación de Cristo de Kempis, Ejercicio cristiano de Granada; la Vida de Santa Genoveva; las obras de la Madre Agreda, con estampas(…) Entre los clásicos figuraban Horacio: Obras; Cicerón: Epístolas familiares; Virgilio: Obras y las obras de Quinto Curcio. Bajo el rubro de libros españoles se incluyeron Cervantes: Don Quijote/Quevedo: Obras/Bobadilla: Política de España/Solís: Historia de México/Dávila: Guerras de España/(…)Esquilace: Obras en verso(…)(2)

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Citas

  1. Testimonios. "Libros para las Bibliotecas habaneras". Cuba: economía y sociedad. Tomo VIII. Leví Marrero. Playor. Madrid, 1980. P.217
  2. Ibíd.

Wednesday, April 16, 2025

Notas para un presumible hallazgo de cerámica indocubana en Camagüey ca. 1913. (lor Carlos A. Peón-Casas)


Tan interesante nota arqueológica ha quedado a mi curiosa vista en estas playas floridanas, a partir de un verdadero incunable de la historiografia cubana que data del año 1916.

Se trata de la obra “Cuba Monumental, Estatuaria y Epigráfica”, obra firmada por el catedrático cubano Eugenio Sánchez de la Fuente y Peláez, editada por la Academia Nacional de Artes y Letras de La Habana, de la que era Individuo de Número.

Justo en el primer capítulo de esta obra de increíbles alcances, dedicado al arte y estatuaria precolombinos, descubrimos las referencias a este supuesto hallazgo del que hoy damos referencia.

Los detalles provienen en primera instancia de la publicación habanera de la época: El Fígaro, en una edición del año 1913.

El suceso se ubica en la otrora provincia de Camagüey, en un poblado o finca con el nombre de Navajas, ubicado presumiblemente en el término de Santa Cruz del Sur, aunque este escribidor no encuentra, hasta el minuto de esta redacción, ninguna referencia geográfica que lo ubique en tal región.

Para mejor constancia de los hechos aquí narrados, dejo al curioso lector la transcripción exacta del suceso tal y como lo he conocido en la obra antes citada.
Trabajaba como jornalero, cerca del poblado de Navajas, en una finca propiedad de D Fabio Montero, ausente de esta isla desde hace más de veinte años, a consecuencia de un lance de honor, que dio mucho que hablar, un individuo llamado José Irene Valdés, cuando el día 17 del mes de Septiembre de 1913, colocando una cerca de alambre, junto al río Santa Cruz, al hacer un hoyo, descubrió una especie de caja formada de piedras, la cual contenía un buen número de objetos de barro de extraordinaria belleza, así como una gran cantidad de “ monedas indias”. Sin darle importancia al hallazgo llevólo a Camagüey, a los pocos días, ofreciéndolo en venta a un conocido comerciante de aquella localidad, quien comprendiendo su valor, le aconsejó viniera a esta localidad, donde podría obtener más utilidad, como efectivamente sucedió, pues sólo entre varias personas alcanzó, por unas cuantas piezas, y las monedas, más de 300 pesos.
El autor de este compendio, se refiere al extraño acontecimiento con cierta reticencia y cautela cuando afirma:
No tenemos bastantes datos para juzgar si se trata de una hábil mixtificación, muy frecuente en estos tiempos, en que la inteligencia y el arte, suplen ventajosamente a los siglos, o si por el contrario, nos hallamos en presencia de una serie de artefactos de barro, producto de la inteligente labor escultórica de los primeros pobladores de Cuba.
Y para asegurarse de su juicio, sometió las piezas al escrutinio de un conocedor, el Sr. Luis Montané, director entonces del Museo Antropológico de la Universidad de La Habana, quien luego de minucioso examen, concluyó expresando también sus dudas respecto a “la autenticidad de estos objetos, fundándose en la circunstancia de que todo cuanto se ha hallado hasta la fecha de procedencia aborigen, revela un arte muy rudimentario y tosco, mientras que estos acusan un gran adelanto artístico.”

Dejamos al lector la foto que muestra la colección del hallazgo, y que será el mejor testimonio para que se pueda colegir mejor, sobre la veracidad o la impostura de aquel soñado hallazgo indicubano en suelo del Camagüey.

Wednesday, April 9, 2025

De campos de aviación y vías férreas del Camagüey de ayer. (por Carlos A. Peón-Casas)



De campos de aviación y vías férreas. Curiosidades de la otrora ciudad camagüeyana. Según pormenores de Jorge Juárez Sedeño(1).



Nos satisface hoy revisitar estas páginas siempre colmadas de historia y sucesos de nuestra amada ciudad agramontina, que el celebrado historiador Jorge Juárez Cedeño hubiera de compilar con tanto denuedo durante su prolífica vida.

Comenzamos nuestras alusiones desempolvando para el lector siempre curioso de tales pormenores, el estado primigenio de nuestro primitivo campo de aviación, que según nos apunta el cronista, no fue localizado e un solo punto, sino que entre los años de 1913 y 1929, ocuparon distintos lugares.

El primero conocido se encontraba en lo que sería el conocido y actual reparto Saratoga cuando no era más que una finca, y donde aun no se localizaban el chucho ferrocarrilero conocido con el mismo apelativo, ni la tornavía del mismo perteneciente a los talleres ferroviarios de Garrido.


A posteriori, esa localización para el aterrizaje de avionetas y aviones de poco porte correspondió a los terrenos del popular y ya citado reparto Garrido.

Escuchemos la voz autorizada de Juárez Cano transcrita para nuestra mejor comprensión de este texto suyo que hoy recorremos con deleite:
Después fue en Garrido, cuando la zona entre la calle de Braulio Peña, los talleres ferroviarios y la hoy Clínica Militar Ignacio Agramonte, era yerma y no se había construido la línea de los tranvías eléctricos. Eso fue hasta 1921.

En el año 1928, varios aviones juntos, estuvieron en la carretera a Santa Cruz del Sur y al sur del arroyo Santa Cruz, donde ahora está la tasajera.

De 1921 a 1929, los aviones militares aterrizaban en distintos lugares de las sabanas al norte de la ciudad, en el entonces camino tortuoso a Nuevitas y a pocos metros del canal ferroviario hacia esa ciudad portuaria.

Ya en el año 1929, empezaron en el terreno aunque sin preparación del hoy Aeropuerto Internacional Ignacio Agramonte.
Otros detalles sugerentes para esta rememoración corresponden el texto de Juárez Sedeño, a las singularidades de nuestras vías férreas. Y aunque mucho se ha aportado ya sobre el particular, consideramos oportuno rememorarlos, a veces en calidad de verdaderos detalles inéditos para muchos, desde tan exhaustivo texto de nuestra memoria citadina.
Las primeras líneas férreas en Camagüey, que fue la segunda de toda Cuba, fue la de Puerto Príncipe a Nuevitas de 73 kilómetros.

Empezó a funcionar en el año 1846, con la estación en Sabana Nueva a varios kilómetros del entonces extremo norte de la ciudad.

Años después, la línea se extendió al sur, y se hizo la estación de madera en lo que hoy es la de Ferro ómnibus en el inicio de la Avenida Finlay y frente al parque de igual nombre, lo que originó que a ese lugar le llamaran la Plaza del Paradero.

En el kilómetro 2 de esa línea, cruce con el río Hatibonico, estaba la llamada caja de agua.

Era una línea recta, y su ancho fue el mayor de Cuba entres seis sistemas de esas vías, y algunos aseguraron que también era la más ancha de todo el mundo.
Para 1913, algo inédito sucedió cuando la propiedad de aquel añoso ferrocarril cambió de dueños, así prosigue el relato de nuestro cronista:
la Compañía del Ferrocarril de Cuba, empresa estadounidense, lo compró a la camagüeyana de Puerto Príncipe a Nuevitas, cuyos accionistas eran camagüeyanos y españoles todos residentes en la ciudad, la línea se estrechó a la misma medida. Esa diferencia impedía que el material rodante pudiera pasar de líneas.
A partir de entonces se sucedieron sustanciales cambios que están a la vista de los actuales residentes de la ciudad de entre ríos, aunque para muchos, sea desconocido como se sucedieran en el tiempo. La crónica nos sirve a todos para rememorar y ponernos al día:
Después, antes de fomentarse el Reparto Saratoga, por su zona se construyó otra línea, llamada el chucho de Saratoga, hacia la antigua línea de Nuevitas, y del mismo una tornavía al lado de los talleres ferroviarios de Garrido. Tras estas construcciones, se quitaron varios kilómetros de la antigua a Nuevitas, en cuyo abolido terraplén se han hecho parcelaciones de terrenos y construcciones de casas.

Aquel ferrocarril de Puerto Príncipe a Nuevitas, en su patio, tenía una carga de madera pintada de verde, que la quitó el entonces Secretario de Obras Públicas el día 13 de septiembre de 1928, lo que originó la actual unión de las calles Avellaneda y Joaquín Agüero, y a los pocos meses, la desaparición de la antigua estación de madera, que en varios años se ocupó por oficinas de la Compañía del Ferrocarril de Cuba.

Cuando se fomentó el reparto Carmona, la calle al borde de la desaparecida línea, le pusieron por nombre Ferrocarril, a la cual, en 1939, con la nueva rotulación, la rotularon como al inicio de Tomás Betancourt en la Vigía.

Eso fue en Camagüey, la segunda calle con el nombre de Ferrocarril, que no prosiguió.
Ya desde el año 1902, el ferrocarril central había hecho su entrada en la ciudad, desde entonces data antigua estación, hoy devenida Museo Ferroviario.

Juárez Sedeño nos ayuda ahora a entender todos esos pormenores, cuando la ciudad contara con una segunda e importante vía férrea.
La segunda línea férrea de la ciudad, fue la del central, inaugurada en el mes de diciembre del año 1902.

Dentro de la ciudad, tiene un tramo de diez vías, en lo llamado crucero de Rosario y frente al nuevo andén de los trenes nacionales.

Los kilómetros desde Santa Clara, dentro de la ciudad, por el oeste empiezan en el 254, sigue al 255, 256 está a pocos metros al este de la calle de Jesús María (ahora Pablo Lombida habiendo quedado dentro del nuevo andén de los trenes nacionales), el 257 en el llamado crucero de Saratoga y límite de la Zambrana con el mencionado reparto, el 258 dentro de los talleres ferroviarios de Garrido, al norte de Jayamá los 259, 260 y 261, ese 261 está en el crucero de El Corojo ahora calle, y del 262 y demás hasta las últimas casas de la ciudad.

Como ya se ha mencionado en las calles antiguas, las últimas manzanas de República (antes Reina) y Santa Rosa (ahora Florentino Romero) fueron partidas por la construcción de esa línea.

La Plaza del Paradero (ahora Parque Finlay) por el paradero de cargas y ahora andén de los trenes nacionales, perdió la vista de la calle de Francisquito (ahora Jorge Rodríguez), donde entonces estaba la cárcel. La construcción de esa línea central, nos obligó a la de Nuevitas, a quitar la cerca de madera que tenía, lo que hizo el entonces Secretario de Obras Públicas el 13 de septiembre de 1928, lo que unió a las calles de Avellaneda y Joaquín Agüero y a lo que era inicio del camino a Nuevitas, ahora Avenida Finlay.

Hasta ese día, la única vía de comunicación de la Vigía y el centro de la ciudad, era la calle de República en doble dirección desde la estación ferroviaria hasta la Avenida de los Mártires.
Otros pormenores nos ubican en el año de 1923. Para entonces entraría en servicio una tercera opción férrea: el ramal a Santa Cruz del Sur. El cronista nos devuelve los ecos de aquellos sucesos que están por cumplir la primera centuria:
Y la tercera fue el ramal ferroviario a Santa Cruz del Sur, que empezó a funcionar en 1923, primero hasta Vertientes y después hasta esa población costanera al sur.

El mismo tiene tres kilómetros dentro de la ciudad, hasta la carretera central oeste, en el paso a nivel de la misma. En esa rinconada está el reparto La Rubia, cuya característica es que todas sus calles en sus dos direcciones, dan con el kilómetro tres de esa vía férrea.
Un detalle final, muy ilustrativo como todo este fantástico y curioso recorrido, alude a los apeaderos que tales vías tenían a lo largo del espacio citadino:
Por las vías férreas mencionadas de la ciudad, hubo dos apeaderos: en la de Nuevitas frente al Aeropuerto Internacional Ignacio Agramonte nombrado Aviación; y en la de Santa Cruz del Sur otra al fondo del entonces Cuartel Agramonte llamado Cuartel en el kilómetro 3 y reparto la Rubia ahora.

En el proyectado y no verificado reparto La Caridad del Cerro, la calle paralela al ramal a Santa Cruz del Sur, la nombraron ferrocarril. Ese es el tercer caso en Camagüey, de una calle con ese nombre sin perdurar.






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1. Jorge Juárez Sedeño. Historia física de la ciudad de Camagüey. (Documento en formato digital.)

Wednesday, April 2, 2025

La Gloria City en la memoria de una antigua moradora (por Carlos A. Peón-Casas)



Mollie Jumper, pudo perfectamente encarnar a cualquier personaje de la mítica conquista del oeste norteamericano, pero su aventura personal pioneering junto a un grupo de norteamericanos en la naciente colonia de nativos norteños en tierras de Camaguey, es tan singular como aquellas primeras experiencias de expansión territorial hacia el oeste de la frontera de los Estados Unidos.

Mollie vino a las playas camagüeyanas a bordo del vapor S.S. Esperanza en Octubre de 1909. Había embarcado en Nueva York, junto a su madre, el destino inicial fue el puerto de Antilla, pero de allí hicieron ruta a Nuevitas. Su destino final: La Gloria City la entones incipiente comunidad de norteamericanos interesados en el cultivo de la tierra en lo que seria una prospera experiencia posterior.

Su primera mirada a Nuevitas tiene un valor significativo en cuanto a memoria retrospectiva, dice así la cronista en esta pieza rememorativa escrita muchos años después en un diario norteamericano:
Después que pasamos la aduana, visitamos la ciudad. La mayoría de las casas están rodeadas de jardines floridos. Las tiendas eran atractivas con su variada oferta de productos foráneos. Cerca de la Iglesia Católica ubicada sobre una colina hallamos un cementerio, en el cual un hombre desenterraban huesos en una tumba abierta. Al preguntarle por su labor nos dijo que la renta de 20 pesos por el sitio se había extinguido, por lo que aquellos restos fueron lanzados a una pila cercana a la tapia(1).
Luego de pasada esa noche, la viajera continuó rumbo a su destino. Para ello navegaron a través de la bahía, para alcanzar Puerto Viaro, por entonces el puerto de desembarco mas cercano a la colonia de la Gloria, distante unas cuatro millas. De allí, a lomo de mulas, alcanzaron el villorio que ya para la época contaba con una calle principal que llamaban Avenida Central, y que corría de norte a sur. Su descripción de la naturaleza circundante destaca por su admiración ante la novedad del paisaje, oigámoslo en su voz:
El viaje en mula fue muy interesante, el follaje circundante era muy distinto la dejado en casa, los arboles florecidos e incluso los arbustos y el pasto lucían distinto. Había orquídeas en los arboles, muchas de las que luego trasplantamos en nuestro patio.
Lo colonia de entonces, a su llegada acomodaba unos cientos de colonos, su extensión era de una milla cuadrada, pero su estado era muy parecido al de diez años atrás. Se destacaban dos iglesias principales, una Metodista y otra Episcopal. Igualmente existían tres asociaciones sociales, una escuela cubana, y otra norteamericana. Ya igualmente para entonces, existía un pequeño central, un hotel y establecimientos comerciales, incluyendo una panadería y una tienda de expendio de licores.

A su llegada la nueva colona se acomodó con su hermana y esposo, que les habían antecedido en la aventura, pero pronto compro un lote de tierra de 100 por 150 pies, por el precio de 150 dolares y allí construyo su casa, con espacios para la enseñanza y practica musical. Allí impartía lecciones de violín, piano, mandolina y guitarra. Con el tiempo llegaron a formar una orquesta que en sus minutos mas prósperos tuvo 15 instrumentos y todos los músicos eran vecinos del villorio. Nuestra heroína era, igualmente profesora de baile, de tal modo sus lecciones eran muy solicitadas.

La vida económica de la colonia se hizo mas y mas próspera con la llegada de nuevos colonos, a partir de entonces no solo se sembró caña, sino que florecieron las plantaciones de cítricos que darían tanta fama al valle de Cubitas, sobre todo por las naranjas y toronjas. La autora cuenta como abundaban otras frutas en los alrededores:
Muchas frutas deliciosas son cosechadas alrededor de la Gloria: frutabombas, cocos y aguacates Las piñas alcanzaban hasta catorce libras. En los primeros tiempos era costumbre que un grupo de nosotros fuera a caballo a una cercana plantación a recoger y empacar fruta, y luego volver a galope a casa.
Nuestra testimoniante vivió en carne propia los azotes del furiosos huracan del 32 que arrasó literalmente con la villa, y del que ella deja aquí su muy revelador testimonio:
La mañana del martes 9 de noviembre de 1932 amaneció despejada, pero una incesante bandada de palomas salvajes, nos sobrevolaban como segura señal de peligro. Cerca de la medianoche el viento comenzó a soplar, y el barómetro continuo bajando. Al amanecer un aviso telegráfico dio cuenta del paso inminente del huracan en una hora y media. El aire era del color del plomo cuando las casas comenzaron a derrumbarse. Los cubanos, norteamericanos y alemanes, permanecimos en un frágil porche por mas de dos horas mientras las ráfagas de viento alcanzaban los 150 km.
La historia del emplazamiento empezaba a declinar, como consecuencia del huracán, mas de la mitad de los norteamericanos perdieron sus propiedades, incluida la cronista, la mayoría de aquellos arruinados colonos se mudaron a la Florida y a otros territorios en Estados Unidos. Los cubanos ocuparon las ruinas y construyeron sus propias viviendas, la autora junto a un resto mínimo de norteamericanos persistieron en quedarse.

Nuestra testimoniante vivió en La Gloria por cuarenta años. Y sus experiencias vitales se entrelazaron con mas de un suceso de la vida local y nacional, y que sin dudas serán parte de otra interesante crónica rememorativa. Luego de la muerte de su madre, su hermana y cuñado, nos dice nuestra memoriosa cronista que creyó acabada su experiencia cubana, a la que puso fin el 1 de Agosto de 1948.



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1. "Mollie Jumper Led An Adventurous Life, 40 Years of it In Cuba". Lewiston Journal Magazine. Saturday May 16, 1959.



Wednesday, March 26, 2025

Natalio Galán, de Camagüey, sin escalas, al parnaso de la música cubana. (por Carlos A. Peón-Casas)

Natalio Galán, Salón de Actos de la
 Biblioteca Nacional José Martí,
31 de marzo de 1960. Foto Colección BNJM
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Me anima a este recordatorio de musical impronta, la lectura por estos días de un imprescindible libro de Guillermo Cabrera Infante: Mi música extremada, que deleita y deslumbra mi incesante afán por novedades de cultura cubensis, en este mi siempre deseado minuto miamense.

De pronto, entre tantas rememoraciones del genial autor de Tres tristes tigres, en este compendioso tratado musical de nuestra isla, se nos presenta este camagüeyano de singular prosapia musical como intérprete, compositor e investigador inveterado, aunque a decir verdad, mejor conocido en el exilio que en su paterno lar, por aquello bien sufrido de que nadie es profeta en su tierra.

Muy joven aún, por su indudable capacidad, se convirtió en activo colaborador de Alejo Carpentier a la hora de dar a conocer aquel en 1946, su renombrado tratado musicografico “La música en Cuba".


Cabrera Infante nos lo presenta en la plenitud de su bien ganado pedigree. Es por ello que dejó al lector en posesión de este raudal de detalles en los que me confieso deslumbrado, y con los que de paso, curo mi ignorancia supina sobre tan significativa biografía de un coterráneo príncipense:
Nuestro Natalio hizo el viaje al revés: del descubrimiento de la música popular hacia la composición formal y de vuelta a la música popular. De clase media y de provincias (la de Camagüey en la zona ganadera de Cuba), Galán emigró a La Habana y vivió en la miseria pero no en la duda y conoció ese infierno en invierno y guiado por Virgilio Piñera, que era una vocación viva. Una nueva emigración lo llevó a Nueva York. Al triunfo de la revolución regresó a Cuba… fue crítico musical del periódico semioficial Revolución, estrenó varias composiciones (ópera, danza, orquesta), vivió humilde y desilusionado moral y musicalmente, escogió el exilio como otro compás de espera o de silencio…
 
Galán es, además de músico y escritor, uno de los bailarines cubanos mejor dotados que he tenido el privilegio de conocer… Al mismo tiempo sus conocimientos de armonía clásica, romántica y moderna le han permitido la escolaridad más rigurosa… Nunca la música como objeto de investigación científica o, peor aún, de manipulación política: el tiempo del metrónomo, no el oportunismo, la perfecta afinación de su instrumento, nunca la demagogia... con su bitácora sonora ha trazado Galan un preciso mapa cultural, que tiene al acabarlo, la forma de una partitura y contiene el sonido de un son, tal vez la más cubana de las sonoridades inventadas en la isla... Esa historia y esa música se llama ahora Cuba y sus sones… De este libro como de su autor, si se puede decir … que tiene musica dentro. Lee, lector. O mejor oye.

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Notas tomadas de Mi música extremada. Guillermo Cabrera Infante. Edic de Rosa M Pereda. Espasa Calpe, Madrid, 1996. pp 73-75.

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Natalio Galán Sariol estudió piano en Camagüey con el maestro oriundo de Nicaragua, Luis Aguirre. Para 1936 se trasladó a La Habana para estudiar en el Conservatorio Municipal de Música, donde fue discípulo de Virginia Fleites y de José Ardévol.

En 1947 se fue a residir a Nueva York, para continuar estudios, en esta ciudad recibe clases de orquestación y técnicas musicales contemporáneas.

En 1955 Natalio Galán Sariol compuso la ópera El paseo, elaborada a partir de las fórmulas rítmicas del son. 

Sus dos partituras más importantes son la ópera Los días llenos y Variaciones, para pequeña orquesta. Además, es autor del libro Cuba y sus sones, 1983.

Junto a Harold Gramatges, Virginia Fleites, Argeliers León, Hilario González, Dolores Torres, Serafín Pro, Edgardo Martín, Gisela Hernández, Julián Orbón, Enrique Bellver y Juan Antonio Cámara perteneció al llamado Grupo de Renovación Musical. (Información tomada del website del Directorio de Música Cubana)

Wednesday, March 12, 2025

La Escuela Municipal de Niñas en Puerto Príncipe. ca.1868. (por Carlos A. Peón-Casas)



En la ciudad del Príncipe no sólo se educaban los varones, que contaban a saber por aquella época con al menos cuatro buenos colegios: el San Casiano, el San José, el San Ignacio de Loyola, y el San Ramón.

Las niñas también contaban con el suyo nombrado el Santa Isabel, y localizado por entonces en una casa recién construida en el número 45 de la calle de San Juan, hoy Avellaneda.

Estaba regentado por Doña Basilia Catoira de Ocampo, natural de Pontevedra en España y entonces con 40 años de edad.

Tenía por ayudante a la Srta. Dolores Agosto y Betancourt, natural de Puerto Príncipe y de 21 años de edad.

Otros colaboradores eran Don José Manuel de la Torre, también oriundo de la ciudad príncipeña, y el Sr. Don Alfonso Miari, italiano de origen.

Se nos dice además en la fuente que consultamos: la Guía del profesorado Cubano de 1868 a cargo de Pablo Guerra, que el sueldo de la directora era de 50 pesos mensuales que se aclara eran pagados "con muy poca regularidad".

El colegio que poseía condiciones muy ideales para su función por "su capacidad, arreglo, luz y ventilación", recibía alumnas gratuitas y pensionadas, estas últimas abonaban 2 y 3 pesos mensuales. El pago del alquiler del local era de 40 pesos mensuales y lo abonaba la Directora.

El mobiliario era sin embargo escaso, no acorde, "por su escasez y mal estado a las condiciones de la escuela". La asignación para reparaciones era de solo 6 pesos al año.

La matrícula era de 50 alumnas municipales y 2O pensionistas, de ellas 2 internas.

El currículo de la enseñanza era impecable para la época. Constaba de clases diarias de:
Lectura en prosa y verso, Escritura (forma inglesa), Costuras, bordados y tejidos y Lecciones de Memoria. Cuatro veces por semana: Gramática y Aritmética. Tres veces por semana: Dibujo Lineal y Música. Dos veces por semana: Geografía Universal y de la Isla, Religión, Moral, Urbanidad y Economía Doméstica. Una vez a la semana: Historia de Cuba y de España.
La escuela tenía una asistencia diaria promedio de 56 niñas.

La institución databa en la ciudad del año 1856. Cuando su primitiva directora se ausentó en 1863, asumió la actual que era hermana de la anterior.

Wednesday, March 5, 2025

Las Escuelas Pías de Camagüey, en la memoria de dos ilustres ex alumnos. (por Carlos A. Peón-Casas)


Recuerdo de la inolvidable labor educativa de las Escuelas Pías de Camagüey, en la memoria de dos ilustres ex alumnos.


por Carlos A. Peón-Casas



Un amable recuerdo de esta elogiosa institución educativa regentada desde los años iniciáticos por sus fundadores los Padres Escolapios en el otrora Puerto Príncipe, de 1858, y en el Camagüey de después, y que se nos alude, desde una publicación local: el Directorio Social en su edición de 1949.

Es la memoria inolvidable de dos de sus ex alumnos: Enrique José Varona y Mariano Aramburo.

Dos camagüeyanos natos, igualados en prosapia y distinción en erudición y talentos, en un devenir que los marcó con signo dorado para la mejor memoria de la patria cubana.

Pero sin dudas, impregnados igualmente para la vida por el espíritu, el tesón y la fe que aquel Colegio supo imprimirles a sus educandos por toda una centuria.

Varona nacido en 1849, y Aramburo en 1870, tuvieron cada uno en su minuto vital, guardaron para siempre, la experiencia educativa en aquel plantel, hasta verse felizmente graduados como bachilleres.

Sus testimonios, recogidos oportunamente y publicados en esta página rememorativa que hoy repasamos y compartimos con el amable lector, son un amable recordatorio de aquella impronta educativa con que los Padres Escolapios distinguieron a sus educandos, en aquel Camaguey:
A medida que los años pasan y la edad avanza, los recuerdos de la niñez se consolidan y llegan a ser inalterables. La memoria de nuestro Camagüey, en lo mejor de aquel período, están penetradas del ambiente de la Escuelas Pías, a la que puedo llamar mi Alma Parens, pues en ella se abrió mi mente a la contemplación del vasto mundo espiritual…

…allí aprendí a amar el estudio, panacea en las tormentas de mi vida azotada por las borrascas políticas, allí se templó mi espíritu por la admiración de los granes iniciadores de la humanidad

En mi vida posterior, no encuentro sino, el desarrollo de los gérmenes plantados por mis maestros de la Escuela Pía, los cuales supieron ponerse a tono con mi alma, que pugnaba por tener alas. Voló, después, quizás muy lejos…Pero nunca he perdido de vista aquel remanso espiritual, que envuelve un halo de luz de aurora.

Con toda efusión de mi pecho, envío a las Escuelas Pías este mensaje de perenne gratitud. 
Enrique José Varona. 
Habana, 20 de Enero de 1930.


Es lo cierto- y en decirlo no puede haber ofensa ni desamor para nadie-que de cuantos institutos religiosos han trabajado durante la última centuria en esta porción de la divina viña con ser todos tan esforzados, tan meritorios y tan sanos, quizás ninguno sea tan popular, tal vez ningún otro haya logrado arraigar tan profundamente en la entraña de Cuba, como la democrática Escuela Pía, cuya llaneza constitutiva y cuya sencillez casi tan familiar tanto cuadran y convienen a la idiosincrasia de nuestro pueblo.

Don Mariano Aramburo.

Wednesday, February 26, 2025

Recordando al Dr. Manuel Beyra Alemañy (por Carlos A. Peón-Casas)


El Hospital Infantil de San Juan de Dios de Camagüey. Emotiva rememoración por el Dr. Manuel Beyra Alemañy en 1959.
(In Memoriam)

por Carlos A. Peón-Casas


Tenemos a nuestra vista un emotivo artículo intitulado Lo que debiera ser el Hospital de San Juan de Dios que firmara, para el diario local El Camagüeyano, el Dr. Manuel Beyra Alemañy, en marzo de 1959.

Se trata de un texto puntual y oportuno para aquel minuto, donde el ya bien reconocido pediatra, no solo aludía a la dedicada labor de aquel centro en pos de salud infantil de la otrora ciudad y provincia camagüeyana, sino que igualmente apostaba por el futuro de su imprescindible labor.

Del Dr. Beyra, y de su impronta como galeno formado en la prestigiosa Universidad de la Sorbona, en Francia, no es nunca suficiente lo que se puede decir, ni lo que esta comarca le ha de agradecer siempre, por su entrega total no solo al sacerdocio inefable de la medicina bien entendida y mejor vivida, sino igual y mejor, por la aparejada constancia como católico práctico, y forjador de una familia ejemplar, y como formador indiscutido de una escuela de pediatras que lo relevaron en el tiempo en esta ciudad, y en tantas partes de este mundo plural.

La dedicada labor del Dr. Beyra, como la de otros inspirados doctores camagüeyanos, en aquel entonces Hospital de San Juan de Dios(1), estaba totalmente exenta de remuneración, y lo hacían estrictamente, como abnegado servicio humanitario.

La institución que fungía como el único hospital pediátrico público, de su tipo en la ciudad y la provincia, al cuidado de un Patronato, tomaba a su cargo, con un precario fondo, a cuanto niño necesitado de sus cuidados se presentase. La orden religiosa de las Carmelitas Descalzas Misioneras, ofrendaban igualmente sus amorosos cuidados como eficientes colaboradoras en aquel hospital.

El texto ya citado, y que reproducimos casi in extenso, como oportuno cierre, sirve para puntualizar, lo que ya llevamos dicho, y que realza como oportuna crónica, desde el testimonio del Dr. Beyra, los aportes indiscutidos de aquella benemérita institución que tanto hizo por la salud de los infantes de Camagüey.
Nadie puede dudar de la gran obra social que viene realizando desde hace varios años nuestro Hospital Infantil San Juan de Dios. 
Si no estuvieran allí para aseverarlo todas esas estadísticas que en diversas ocasiones se ha preocupado en hacer publicar el Patronato que rige este Centro y su Director, compañero Dr. Oscar Ortiz Machado, estarían siempre para confirmarlo, los miles de niños, que, a Dios gracias, viven hoy porque encontraron allí la salud perdida. 
No hay un lugar en la Provincia -y aún hasta fuera de ella- donde no se conozca esta magna labor. 
Por eso, porque es buena, porque la ciudadanía tiene conciencia del bien que realiza, es que con tanta generosidad siempre ha contribuido a su sostenimiento. Sin esta cooperación del pueblo nada podría haberse logrado. 
Se hace mucho, cuando con recursos limitados se salvan cientos de vidas como se ha hecho aquí. 
Se hace más, cuando no solamente nos quedamos limitados a eso, sino que todavía, como sucede en nuestro Hospital, se aprovecha la reclusión de estos niños para instruirles durante su hospitalización, como lo hacen maestras devotas que a esto dedican su actividad entre nosotros. ¡Qué espectáculo más conmovedor que aquel de contemplar a aquellas maestras junto a ese alumnado excepcional (…) 
Se hace mucho cuando se les devuelve la salud: se hace mejor cuando además se les da instrucción y se les divierte. Pero se hace inconmensurablemente más todavía cuando se les da “amor”, que a veces- ¡Angelitos! -medican inconscientemente en una caricia que añoran por instinto pero que a lo mejor no conocieron nunca porque son- “les oiseaux tombés du nid”- “pajaritos caídos del nido” como los llamó el poeta… 
Y este amor, este filtro maravilloso que lo cura todo, lo derraman a cántaro en este Hospital, especialmente, esas abnegadas monjitas de la Orden de Carmelitas Descalzas Misioneras, ángeles del Cielo hecho carne para mitigar y reparar con el amor-y por el amor-la insensibilidad y egoísmo nuestros. 
Está bien todo cuanto se hace: Está, pero que muy bien todo lo que se ha hecho- Pero no está hecho todo lo que debe hacerse(2).

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  1. El hospital tuvo como especial inspiradora a la Sra. Julieta Arango. Su fundación data del año 1949. En Directorio Social de Camagüey. Primera Edición. Época de 1949. p. XXXI
  2. El Camagüeyano. 25 de marzo de 1959.

Wednesday, February 19, 2025

Amelia Earhart estuvo en Camagüey (por Carlos A. Peón-Casas)


Para muchos en la ciudad, su nombre no diría hoy mucho, y quizás poco o nada para los que habitaban la ciudad de los tinajones en la siempre recordada década de los años veinte, del pasado siglo.

Sin embargo, Amelia Earhart era ya para entonces una mujer famosa. Fue la primera aviadora que logró “saltar” sobre el Atlántico en 1928, aunque en el vuelo la acompañaran dos pilotos, y que luego repetiría la hazaña, esta vez en solitario, en el año de 1932.

Su presencia en Camagüey, aunque acaso sólo fuera en una corta escala aérea, fue realidad el 9 de enero de 1929. Era el día en que la Pan American, inauguraba un servicio aéreo con escalas entre las ciudades de Miami y San Juan en Puerto Rico.

Camagüey en tal época, y como luego seguiría siendo en años sucesivos, era un punto de parada imprescindible en el tema de las comunicaciones aéreas desde la costa este de Estados Unidos, para enlazar con destinos en Suramérica y el Caribe, y fue junto con la Habana y Santiago, una de las paradas de aquel primario vuelo.

El itinerario completo era Miami-Habana-Camagüey- Santiago de Cuba-Puerto Príncipe- Santo Domingo-San Juan, y viceversa.

Para la época ya la Pan American era propietaria de los terrenos del campo de aviación en la ciudad en el lugar que hoy conocemos, pues antes hubo un primitivo campo de aviación en lo que hoy ocupan las barriadas de Garrido y La Zambrana. El vuelo fue llevado a cabo en un flamante Fokker trimotor(1), que ya era un success de la aviación de su tiempo aunque sólo podía transportar a diez pasajeros.

Amelia Earhart, fue la designada para pilotear aquel vuelo inaugural, y quien por necesidad pisó suelo camagüeyano dos veces, a la ida y a la vuelta de aquel atrevido itinerario.

Hasta donde sepamos, no hubo una reacción de la prensa de aquel minuto, destacando el hecho, ni acaso una mención de la presencia de la ya famosa aviadora norteamericana, quien capitaneaba la nave aérea que sobrevoló la ciudad de entonces, sin que sus habitantes pudieran imaginar que quien regia los destinos de aquella aeronave a, la que muchos desde tierra, mirarían con no poca curiosidad, era nada más y nada menos que una mujer.


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  1. Todos los datos citados aparecen recogidos en Índice Histórico de la Provincia de Camagüey. 1899-1952. Instituto del Libro, La Habana, 1970.

Wednesday, February 12, 2025

Santa Lucía en lontananza. Una mirada al Santa Lucía Yatch Club... (por Carlos A. Peón-Casas)


En verdad el primitivo espacio de aquella experiencia marinera en la zona de playa conocida como Tararaco, no dista mucho de su actual fisonomía, si solo aludimos al edificio primigenio.

Con más o menos añadidos, y algun que otro reacomodo de espacios y funciones, subsiste hoy día como hotel, pero sin yates anclados en su ya inexistente atracadero, ni el acaso glamour de regatas, u otras celebraciones afines a un sitio tan particular...


Aún en el tiempo, conserva en el impoluto granito del piso de aquel otrora club náutico, el logo alusivo a su antigua función.

Postal. Año 1958
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Los yatistas provenían de Nuevitas o de otros sitios, accediendo al bello entramado de la bella playa interior por la zona de la Boca, o las pasas navegables que cruzan el interminable farallón del arrecife que protege a la playa, y que es continuidad de rompientes y espumas a lo largo de su extensa geografía.

Luego se le añadiría un bloque de habitaciones anexo que lo dotaba de suficientes acomodaciones para los yatistas visitantes y sus familias.

Pero el club cesaría en sus funciones originales intespestivamente... y luego ni yates ni yatistas... never more...

Entrada a la carretera de la playa,
conocida como el "entronque de Santa Lucía".
Foto actual
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Y no sería al parecer aquel el único de los clubes proyectados para los tempranamente parcelados 23 km de playa de Santa Lucia, que ya para la época de mediados los años 50, se consolidaba según los anunciantes como "la playa más bella de Cuba en la costa norte de Camaguey", a soló 114 kms de la ciudad agramontina, en un proyecto carretero, derivado de la ya existente a Nuevitas, que la acercaría a la ciudad atravesando primigenios caminos de antiguas propiedades ganaderas y agrícolas en la zona de San Miguel y Camalote.


Muchos otros estaban pensados para las Asociaciones que así lo requirieran. Igual se sumarían centros comerciales "con todas las comodidades de la ciudad", y una zona estrictamente residencial "con solares saliendo directamente a la playa, y con frente a calle, para el tráfico motorizado." Un sueño de los camagüeyanos convertido en realidad, según  anuncio pagado por Cia. Territorial Porro Primelles S.A. General Gomez 205 en Directorio Social de Camagüey Edición de 1960.

Del antiguo proyecto el Yatch Club devino en villa de alojamiento del INIT. Algunas exiguas casas particulares se sumarían igualmente como opciones de alojamiento a los temporadistas. En la zona de la Boca y en punta de Ganado, se localizaron igualmente algunas casas de veraneo y de pescadores.

Santa Lucía sería por muchos años, hasta ya mediados los setenta del siglo XX, solo la sucesión de un largo y muy bello playazo de mucho sol, arenas intocadas de pristina finura, y la sombra amigable de los pinos, con tanta o igual fama como Varadero, salvando cualquier distancia...

Foto actual tomada de internet
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Un paraíso para cualquier hijo de vecino de la mediterránea y siempre alejada del mar: la ciudad príncipeña, ni tan santa, y sin puerto, y sin mar... como jocosamente la bautizara nuestro Lugareño.

Fotos actuales de Tararaco.
Cortesía de Carlos A. Peón-Casas

Wednesday, February 5, 2025

Camagüey in my mind. (por Carlos A. Peón-Casas)


Desde la distancia de esta península floridana que es preludio inevitable del continente que aún nos queda inexplorado… remontó la fecha de este mítico febrero, y aludo a mi ciudad de origen, la villa remota y sugerente, fugaz, como un soplo, singular y perenne para los presentes, que la malviven, y aun más para los ausentes que la recorren de memoria, y la sufren por igual…

La recuerdo hoy con un verso simple, donde la reconozco imprescindible en el asombro siempre recurrente de sus nostalgias mejores.

La recorro sin ambages y le dejo mi voz y mis ansias como cada primera vez...

Sin amparos, sin murallas suficientes que circunden su glorioso entramado, extensa en su mediterráneidad soñolienta, que se hace infinita por sobre la aún innombrada sabana que ralea en su verdor, y llega a tocar en su inmensidad aquel mismo e iniciático mar, por donde la descubren y renombran, sin pudor una y otra vez…

La recorro casi noctámbulo por esos mismos callejones polvorientos donde ha yacido tantas madrugadas borracha de sueños y anhelos, forjando en cada abrazo furtivo una leyenda donde perpetuarse por sobre cualquier desmemoriado desaliento, y al final, o al principio, asomarse furtiva para quien quiera contemplarla, en el espejo prístino de sus ganas…

En Miami, a dos de febrero de 2025.

Wednesday, January 29, 2025

Carolina Fernández del Castillo, Cocola: la discípula camagüeyana de Martí. (por Carlos A. Peón-Casas)


Las noticias sobre esta singular mujer, discípula del Maestro en los años de su emigración neoyorquina, cuando junto a su familia, y por causa de la guerra del 95, cruzara hasta el frío y norteño territorio, nos llegan por intermedio de una entrevista que Gonzalo de Quesada y Miranda publicara, en Bohemia en 1935.


Para entonces, la entonces la que fuera muy joven discípula del Apóstol, frisaba la séptima década de su vida, y estaba casada con Emilio Cassi, periodista de origen italiano, amigo personal del cronista, y quien junto a los rough riders de Roosevelt, protagonizara hazaña de valor durante la toma de la Loma de San Juan en la emblemática acción a las puertas de Santiago de Cuba.

La estirpe camagüeyana de Carolina, Cocola para sus íntimos, era de rancia prosapia. Asi nos lo hace saber el cronista:
… su madre, Doña Angela Castillo y Agramonte, parienta cercana del Bayardo centauro Ignacio Agramonte, de los Cisneros Betancourt, de los Quesada; la figura de su padre, Miguel Fernández Ledesma y de Céspedes, de noble linaje español, pariente de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria.
La cercanía neoyorquina de Cocola con Martí se urdió desde el destino. Su padre, prisionero de los españoles en la acción de Guaicanamar durante la Guerra Grande y donde  combatió a las órdenes del general Ángel del Castillo y Agramonte, fue conducido a Puerto Príncipe para ser fusilado, pero por intermedio de un influyente amigo de la familia, se le obtuvo la conmutación de la pena por la de cadena perpetua.

En el presidio político conoció al joven Martí. Junto al adolescente compartió las premuras de la durísima cárcel, y compartió con generosidad los alimentos que solo los adinerados podían conseguir a los reos, sufragándolos de su bolsillo, gesto que Martí jamás olvidó.

La vida los distanciaría cuando el prisionero Fernández fuera conducido al presidio de.Santoña en África, de donde lograria escapar y finalmente alcanzar tierras de libertad en Nueva York donde se asentó.

La casa de don Miguel Fernández y de su familia en Nueva York sería destino de encuentro.

Al decir del periodista:
un verdadero hogar de tan hondos afectos que cuando su amigo murió, en 1891 le escribió a su viuda y a su hija: 'Mándeme Angela, mándeme Cocola, que en estos momentos de su inmenso y justo dolor, soy para ustedes todo corazón'
En aquella casa fue donde Cocola hubiera de conocer a Martí, y “convertirse en pura discípula de sus elevadas prédicas”. En palabras de la propia Cocola a Gonzalo de Quesada y Miranda, compartía sus vivencias:

Siendo una niña aún conocí a Martí me cuenta Cocola, enseñándome un retrato de ella de esa época, continuando mientras saca otros suyos, con los largos y complicados vestidos femeninos de entonces. Algunas veces acompañaba a mis padres en las visitas al colegio.del Sagrado Corazón de Manhattanville, donde yo estaba estudiando. En los paseos por.los jardines del colegio me revelaba su amor por por la Naturaleza y sus conocimientos de floricultura… Solía rememorar, entonces su juventud, sus primeros sentimientos contra España, sus horas felices al lado del buen Mendive, la tristeza de verse incomprendido por.su familia en sus ansias de ver a Cuba libre. De exquisita cortesía, Martí poseía el raro don de saber tratar a cada persona de acuerdo con su edad y condición, lo cual, sin duda, representaba además de su gran genio y bondad, una de sus cualidades más atractivas.

Recuerdo como ejemplo, una gran muñeca mía traída de París y bautizada con el nombre de Josefina. Tal era mi delirio por ella que mamá mandaba a hacerle ropas y zapatos, y casi siempre la elegante Josefina se encontraba sentada en la sala como hoy las grotescas muñecas de Lenci. Y Martí, en cada visita, nunca dejaba de saludarla y de simular una.conversación con la muñeca… Libros buenos me regaló muchos, presentándome con el primer ejemplar de la traducción suya de la novela “Ramona” con la dedicatoria: 'Para la niña que con sus cortos años comprende lo que lee y que considero con el alma tan pura como Ramona…'
La entrevista tan particular y reveladora refleja otros atisbos de la cercanía de la entonces jovencísima camagüeyana con nuestro Martí. Son perlas ineludibles para esta rememoración que hoy rescata tales afectos de aquella coterránea nuestra:

De las manos de Cocola tomo una vieja fotografía del Maestro hecha en Nueva York en 1888, al dorso leo en la dedicatoria: 'A Cocola hija de un hombre generoso y de una amiga fidelisima'. Y de sus labios oigo los versos escritos expresamente por Martí para una fiesta cubana en la cual trabajaron Cocola y sus compañeras de destierro, en casa de mi abuela, Doña Isabel Arostegui…
Cocola deja al final unas notas evocativas de sus lúcidas memorias martianas. En ellas laten facetas no muy nombradas y poco esclarecidas de su recia, pero igual de sensible  personalidad:
Es muy difícil sumar todos los afectos de que era capaz el corazón de Martí… El sacrificio cumplido para con los otros era la única balanza en la que se podría pesar la capacidad de su corazón… su abnegación encontraba su origen en el sentimiento de piedad para quien sufre, y en el patriotismo aceptado como su gran religión. Tenía la necesidad de soñar sueños irrealizables, o de correr tras la quimera siempre vaga y nunca alcanzada, o tener un grupo de discípulos pendientes de sus labios como de un Apóstol… Amó, pero cómo pueden amar los seres que tienen una alta misión por cumplir y que por ella deben sacrificarse a sí mismos y a muchos y muchos otros; ninguna de la graduaciones de afectos humanos le faltó. Todas las comprendió, y fue esa facilidad y don de comprensión lo que le hizo sufrir infinitamente y que también lo hizo inmortal.

Wednesday, January 22, 2025

Grandes Jornadas de Arte. Un balance al mundo artístico del Camagüey en 1944. (por Carlos A. Peón-Casas)


Tomo de prestado estos interesantes pormenores del artículo homónimo del crítico y periodista Rogelio V. Garriga, que me sirve de título, y que recojo desde la publicación local Camagüey. Mundo Elegante, que diera a las prensas el periodista y cronista social Mario Rafael Silva Llopis en 1944.

Entresaco para beneficio del lector siempre apegado a la originalidad de la fuente que hoy aludo, fragmentos de un texto revelador, que airea ese anhelado imaginario de nuestra ciudad y su cultura en el devenir del tiempo, hasta aquella década cuarenta del siglo XX. 
Camagüey, ciudad de arte (...) de artistas, cuna gloriosa de la Avellaneda, de Aurelia Castillo, de Isabel Esperanza Betancourt y de tantas luminarias de las letras. Suelo natal de hombres y mujeres ilustres que en poesía, música y pintura han descollado, no podia dejar de ser, como fue de antaño, la ciudad teatral más importante del interior de Cuba. Y asi desde el Teatro Principal, el coliseo que siempre fue orgullo de esta tierra, con sus cuatro balcones de palcos y localidades altas, el Camaguey de nuestros bisabuelos aplaudió a todo aquello que (...) venía a la Isla. Muchas veces, nos cuenta la historia, las mejores compañías llegaban en carretas desde la Habana. Pero eran grandes los negocios, y el Puerto Príncipe reclamba arte, porque lo sentía. Ya por aquella época empezaba a hacerse arte teatral en casa. Y en nuestra Sociedad Filarmónica conjuntos de aficionados más tarde representában obras, ya fueran dramas, comedias o zarzuelas. Y sigue pasando el tiempo, todavía en nuestra niñez (...) recordamos el paso de notables espectáculos (...) muchos de cuyos artistas nos dejaron fotografías autobiografiadas que aun conservamos (...) Aparejándose a los triunfos del Principal, vino después el Teatro Avellaneda, que con su nombte glorifica el recuerdo de nuestra Tula. Creo que su inauguración fue por el año 1914 (...) como en la época de antaño, es la Popular de hoy la que hace teatro (...) Y posteriormente el Camagüey Tennis Club nos presenta bellas obras, que expresamente para ese fin escribió el Dr. Felipe Pichardo Moya (...) y a los que ponía música (...) Alberto Noriega (...) Y en el Atlético, con los Martínez Casado, las Pita Benavides, las Zayas Bazán, Carlin Galan y otros de tantos (...) se presentaron comedias que mucho gustaron. ¿Y por que no decirlo? Arte de fino humorismo fue aquella Virulandia Sonia Bongó que con libretos del Dr. Antonio Martínez, con artistas como la, Guanaja, Godito, etc. y sus coros admirables (...) Y viene ahora Raffols y Aguirre, los dos consagrados profesores, de cuyos Conservatorios han salido pianistas muy celebradas, a brindarnos sus dos brillantes esfuerzos: la Coral y la Orquesta Sinfónica (...) La SIBA nos ha regalado por años regios espectaculos. Y asi ha sido por cerca de diez décadas esta ciudad arte, bellezas y colorido que trazamos a grandes rasgos (...) desde la Avellaneda hasta las escritoras de nuestros días con nuestra Flora Díaz Parrado, novelista y escritora teatral. Músicos que como Víctor Pacheco, Noriega, Molina Torres y otros llegaron hasta Jorge González Allue, con sus dulces canciones. Los escritores que se enorgullecen de tener a Oscar Silva Muñoz del Canto, Felipe Pichardo Moya, Luis Martínez... Músicos, pintores, poetas, escritores, hombres y mujeres sean estas líneas un recuerdo a tu memoria...

Noviembre de 1944.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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